Nada de lo que ocurre puede afectar en lo más mínimo a Aquello que realmente Somos. Eso que realmente Somos puede ser experimentado mientras todo aquello que nos sucede viene y va, aparece y desaparece.

Por muy amenazantes, discordantes e impactantes que puedan ser todos esos sucesos, la Consciencia de puro Amor que nos sujeta, nos impregna, nos conforma y nos trasciende como seres separados y abandonados al aparente caos de un universo y una existencia de separación y carencia, falta de paz, amor y plenitud, permanece siempre ecuánime, impoluta, invulnerable, recordándonos en todo momento lo único que tiene valor y realidad en nuestras vidas: el Amor que sin hacer excepciones, sin establecer diferencias, sin realizar juicio alguno sobre nada, todo lo Ama.

Ese Amor, que es Paz, que es Plenitud, que es Dicha sin límites, que todo lo abarca y que todo lo ama como a Sí Mismo, desvanece toda sensación de separación, miedo y carencia, mostrándose a sí mismo en nuestros corazones, nuestras mentes y nuestros ojos como inmanente, permanente y siempre presente, en todo aquello que nuestros ojos contemplan, nuestras mentes piensan y sienten nuestros corazones.

Ese Amor tan sólo necesita una cosa, un pequeño gesto, una pequeña dosis de buena voluntad por nuestra parte: que nos permitamos abrirnos a SENTIRLO en cada instante, recordando que ese Amor es todo cuanto deseamos, necesitamos y anhelamos experimentar. Tan sólo tenemos que desear de todo corazón ponernos en sus Manos, en perfecta confianza, y permitirnos experimentar su Ser, que es nuestro Ser, en toda su Plenitud y Gracia. Entonces, tan sólo tendremos que permanecer, reposar y descansar en sus manos, delicada, serena y pacíficamente, para darnos cuenta de que en todo momento fueron sus manos, que son las nuestras, las que nos sostuvieron en todos y cada uno de los momentos tanto difíciles cómo fáciles, amargos y dulces, de nuestras vidas, aunque no nos diéramos cuenta de ello.

Que el Corazón de ese Amor, que es el Reino de los Cielos, y que es Nuestro Corazón, Único y Todo-abarcante, resplandezca siempre presente en su latir, con total claridad, en nuestra consciencia. Tan sólo se trata de volver nuestra consciencia hacia dentro, hacia nuestro interior, hacia nuestro Corazón, y permitir que la misma se funda en Su Presencia, en Su Fuente, sin volver a saltar hacia afuera, en un intento de experimentarse cómo si estuviera separada del Corazón, del Amor, al que pertenece.

Una vez que el reconocimiento, el recuerdo, de esa permanente y eterna Unidad se restablezca en la mente, y tenga lugar la experiencia inefable e intangible de ese Amor que Somos, que nos ha creado, y que a través de nuestra creación se extiende a Sí Mismo, tan sólo será cuestión de permitir que ese Amor se expanda y se extienda, abarcando todo cuanto nuestros ojos contemplen, todo cuanto nuestras manos toquen, todo cuanto nuestros oídos oigan, todo cuanto nuestras mentes piensen, y todo cuanto nuestros corazones sientan.

Y así, en el reconocimiento de la ilimitada expansión y extensión de ese Amor, reconoceremos la Infinitud-Plenitud-Eternidad de nuestro Ser, en total comunión y unidad con todas las cosas, seres y aspectos de la creación que contemplemos y que hayamos contemplado como separados, pero que esta vez contemplaremos y sentiremos como eternamente unidos, UNO, con nosotros. Pues UNO es lo que Somos, UNO es lo que ES. UNO es el Amor que sentimos. UNO es el Amor con el que nos amamos. UNO es el Amor que nos Ama.

UNO ES EL AMOR QUE SOMOS

 

GodsHeart