Todos nuestros miedos proceden en última instancia de nuestro miedo a la muerte, a dejar de existir, tomen la forma o el contexto que tomen. Miedo a quedarnos sin dinero, sin casa, sin comida: todo ello nos lleva finalmente al miedo a la muerte, a que nuestro cuerpo muera, y tenemos miedo de que esto ocurra porque pensamos que entonces dejaremos de existir. Miedo a quedarnos sin pareja, sin familia, sin amigos, sin trabajo o a perder nuestro status social y económico, etc. Todo esto tan sólo refleja nuestro miedo a no ser reconocidos, valorados y queridos por otros. Miedo a que nuestra existencia deje de ser reconocida: de nuevo, miedo a dejar de existir.

Para hacerle frente a este miedo, a esta amenaza la cual consideramos real o por lo menos potencialmente real en cada instante, construimos todas nuestras defensas, nuestras preocupaciones y nuestras acciones de cara a garantizar que nuestro futuro, nuestra vida, se encuentre bien protegida de cara a la adversidad. Orientamos todos nuestros esfuerzos, pensamientos y acciones a garantizar nuestra seguridad frente a un futuro incierto y en el cual la amenaza de que todas nuestras necesidades existenciales y vitales puedan no estar cubiertas puede hacer acto de presencia en cualquier momento, a no ser que hagamos todo lo posible por evitarlo. Y de lo único de lo que nos estamos defendiendo, en realidad, es de ese miedo a la muerte y a dejar de existir al cual únicamente nosotros le estamos dando la aparente sensación de realidad, sin darnos cuenta de que no es más que una fantasía producida y potenciada por nuestras mentes.

Todo miedo es una ilusión porque se construye en base a pensamientos y fantasías sobre un suceso, situación o acontecimiento futuro que en este mismo instante no está sucediéndose, y que probablemente nunca se suceda. No podemos saber si aquello que tanto nos preocupa o angustia que suceda realmente conseguirá acabar con la vida de nuestros cuerpos, o si será, como en tantas otras ocasiones, únicamente una nueva etapa en nuestras vidas y una nueva oportunidad de aprendizaje, autoconocimiento y expansión frente a nuestras supuestas limitaciones. Nunca sabremos realmente si dejaremos o no de existir cuando nuestro cuerpo muera hasta que no suceda tal experiencia. Por lo que temerla y especular sobre lo que pueda o no sucederse no es más que una especulación fantasiosa, una creencia, una ilusión.

Qué ocurriría si en este mismo instante nos dijesen que vamos a morir dentro de 1 mes, o de 1 semana, o de 1 día, o de una hora, o incluso dentro de 5 minutos, y que no podemos hacer absolutamente nada para evitarlo? Si en ese instante pudiésemos aceptarlo plenamente y por lo tanto soltásemos todas nuestras preocupaciones por un futuro que ya no existe para nosotros, nos abriríamos de inmediato a una experiencia de paz, liberación y dicha infinitas. Nada sobre lo que preocuparte, nada por lo que esforzarte, nada que hacer, nada sobre lo que pensar ni especular, nada que planificar… Puedes imaginarte una experiencia así?

Sin embargo no tenemos porqué esperar a la muerte de nuestros cuerpos o al fin del mundo para tener dicha experiencia. Se trata simplemente de soltar nuestras preocupaciones, nuestros miedos, nuestros juicios sobre lo que la vida es y lo que nosotros somos, para abrirnos a conocer nuestra realidad interna y siempre existente, tal y como ésta es, aquí y ahora. Todos esos miedos y preocupaciones siempre están ligadas y son proyectadas sobre el cuerpo y al mundo material, y a la supervivencia de los mismos, debido a nuestra identificación con la materia, con lo limitado y lo impermanente. Y debido a esa identificación con lo cambiante y lo que puede desaparecer, todos nuestros miedos se derivan y se dirigen en definitiva hacia nuestro miedo a la muerte física, la cual identificamos con nuestra muerte existencial y absoluta.

Para muchos de nosotros esa supuesta noticia sobre nuestra cercana muerte podría convertirse en un estímulo catalizador de una experiencia sublime de paz profunda y liberación de nuestras supuestas y habituales ataduras, limitaciones y preocupaciones. Sin embargo, para otros, podría convertirse en un estímulo que catalice una intensa experiencia de miedo, pánico, dolor y frustración, y no tanto en una experiencia de paz y felicidad profundas y auténticas debido a nuestra decisión de vernos libres de toda preocupación, miedo y angustia. Y sin embargo, todo ese dolor que pueda aflorar en ese mismo instante, todo ese dolor contra el que venimos luchando a lo largo de nuestras vidas, tratando de evitarlo o taparlo a toda costa, en ese momento es la puerta que necesitamos cruzar para acceder a toda esa paz y esa felicidad que nos está esperando detrás.

Todo ese miedo y dolor que podrían aflorar son precisamente el resultado de nuestras falsas identificaciones y limitaciones auto-impuestas, y gracias a su emergencia en nuestra conciencia tenemos la oportunidad de verlos, de abrazarlos y de liberarnos de los mismos, soltándolos: esto es, dejando de darles todo el poder a través de nuestra creencia en la realidad de los mismos. Y todo ese miedo y ese dolor son los obstáculos que creemos que existen dentro de nosotros de cara a la experiencia de la paz, el amor y la felicidad sin límites que en realidad caracterizan a nuestra vida y a nuestro Ser, incondicionalmente.

Si somos capaces en ese momento, o en esos momentos, de observar, acoger, abrazar y atravesar todo ese dolor, todo ese miedo, sin juicio ni resistencia hacia el mismo, podremos descubrir de manera inevitable la inmensa paz, la felicidad y la plenitud inmanentes en nuestra existencia y en nuestro puro estado de ser. En ese instante, abrazar y atravesar sin miedo todo ese dolor, todo ese pánico, desde el mas profundo amor y la entrega y aceptación más incondicionales se  convierte en la puerta, en el camino, a la experiencia de la perfecta felicidad que ya existe en nuestras vidas, y que la Vida Es, pero que no nos permitimos experimentar y sentir, pasándola por alto, ocultandola, tras nuestros miedos, juicios e identificaciones.

Como dijo Jesús según el Nuevo Testamento: «No resistáis al mal». Pues es sólo nuestro juicio lo que juzga algo como la muerte física o cualquier otra experiencia cotidiana como «malo», «negativo» o doloroso. Y sólo entregándonos a permanecer en paz frente a dicha experiencia, frente a todo cuanto sentimos o pensamos, y frente a todo cuanto nos ocurre, podremos descubrir que tal «mal» tan sólo era una fantasía, un producto de nuestra imaginación, una ilusión en nuestra conciencia. Y descubriremos y experimentaremos la Paz, la Dicha y el Amor omnipresentes en nuestro interior, en nuestras vidas, en todo momento y en todo lugar. Y que nosotros somos, siempre, esa Existencia y esa Consciencia auto-existente, omni-existente, siempre-existente, que nunca puede verse amenazada y que nunca ha dejado ni dejará de existir. Como ese Sol que sigue brillando, siempre, incondicionalmente, pese a que las nubes(pensamientos, creencias y miedos) de nuestra conciencia se interpongan momentáneamente entre nosotros y Él: nuestro Ser eterno, nuestra verdadera naturaleza, nuestra esencia y la esencia de todas las cosas: La Eternidad.

Escrito y publicado el viernes 17 de Octubre de 2014 en Madrid, España.