Todo en esta Vida tiene un mismo Propósito, más allá de la forma que cada aspecto de la misma parezca adoptar. Todas las cosas, tanto internas como externas, buscan realizar ese mismo Propósito, no importa la forma que adquiera la búsqueda en sí. La única diferencia, y es sólo una diferencia temporal, es si la cosa en sí se percibe a sí misma separada o bien formando una completa unidad con ese Propósito u objetivo que anhela alcanzar. Si se percibe como separada o carente, seguirá buscando hasta que termine por convencerse a sí misma de que ya lo ha encontrado. Si acepta percibirse a sí misma en unión con aquello que parecía desear, en ese momento toda búsqueda se acaba y simplemente se vive y se realiza esa condición de Unidad permanente con el objeto amado. Más esa Unidad ya existía, pues ES la Existencia misma.
Tan sólo la mente, en su identificación con los objetos, con lo temporal e impermanente, con la idea misma de separación, parece vivir esa idea cómo si se tratase de algo real. Una “realidad” en la que lo tuyo y lo mío, lo bueno y lo malo, lo digno y lo indigno, han de existir de acuerdo con un orden aparentemente preestablecido. Pero en cualquier caso, la mente está aceptándolo de manera constante, en cada instante, cómo verdadero.
Y toda esta valoración está teniendo lugar sobre el trasfondo de una mente que piensa que lo que piensa es real, cuando tan sólo se trata de pensamientos que vienen y van. Esos pensamientos dan lugar a emociones, percepciones y conductas, en su identificación con el tiempo y el espacio, y con acciones que han de realizarse de cara a obtener aquello que se anhela, una vez que sus condiciones hayan sido satisfechas. Entonces, y sólo entonces, se podrá tener la experiencia que se está buscando. Y tras reposar durante unos breves instantes en los frutos de esa experiencia, la mente vuelve a su vertiginosa actividad e incesante búsqueda de otra experiencia que parezca aún más lejana en el tiempo y aún más difícil de alcanzar.
¿Y qué propósito tiene toda esa búsqueda? ¿Qué propósito tiene cada una de esas acciones? ¿Qué propósito tiene todo ese esfuerzo? ¿Qué propósito tiene cada una de esas emociones que sentimos? ¿Qué propósito tiene cada uno de esos deseos que experimentamos? ¿Qué propósito tiene cada uno de nuestros pensamientos? ¿Qué es lo que están buscando y quieren alcanzar, más allá de todas las condiciones que han sido establecidas para el logro de ese objetivo que persiguen?
Detente, por un instante, y pregúntate: ¿Qué es lo que realmente quiero? ¿Qué es lo que realmente deseo y busco alcanzar?
Indaga cada vez más profundamente en cada deseo, permitiendo que el deseo mismo, en toda su profundidad, te conduzca hacia ese Propósito que tanto anhelas y por el cual dedicas tanto esfuerzo cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo de tu vida. No juzgues el deseo por las formas que parezca adoptar, por las condiciones físicas, alcanzables o inalcanzables según tú, que parezca adoptar, ni por el tiempo que pueda parecer que requiere su realización. Simplemente, aquí y ahora, permítete gozar de ese deseo, de ese pensamiento, de esa emoción, en toda su intensidad y profundidad, hasta que llegue al punto en el cual se haya unido con Aquello que buscaba alcanzar. Entonces, permite que Aquello te alcance a ti. Todo eso está ocurriendo dentro de tu mente, en tu interior. ¿Y no es acaso en ese lugar dónde ocurren todas las cosas, dónde nacen y dónde mueren, dónde empiezan y dónde acaban?
No importa la forma o las características que una determinada emoción, acción, deseo o pensamiento parezca adoptar. Su propósito, al igual que el tuyo, siempre es el mismo. No importa si se trata de pensamientos amorosos o no amorosos, pacíficos o coléricos, tristes o felices, negros o blancos. Todos buscan lo mismo. Todo es o bien una expresión y extensión de ese amor del que ya goza la mente, o bien una petición o búsqueda de ese amor mismo. Entonces, ¿por qué no permitir a aquello que busca y anhela, encontrarse con Aquello que busca y anhela? ¿Por qué no permitir que se fundan en un tierno abrazo?
Tan sólo se trata de permitir, sin juzgar, aceptando totalmente cada aspecto de nosotros mismos y de la Vida que vive a través y alrededor nuestro, sin mantener separado ninguno de esos aspectos de la misma Vida y la Consciencia que los vive y que los ha creado. Sólo así podrá vivirse esa inmanente condición y estado de Unidad que existe entre todas las cosas, más allá de la forma que adquieran. Y sólo así podremos vivir nosotros mismos esa Unidad, pudiendo realizar y reconocer un simple hecho: que eso que buscábamos ya estaba en nosotros, ya lo Somos. Y la experiencia que buscamos únicamente tiene lugar cuando nos abrimos a ella plena e incondicionalmente.
Por lo tanto, no juzgues ni rechaces nada de lo que experimentes. Simplemente atiéndelo, acéptalo, abrázalo, y permite que te conduzca, o permítete conducirle, que es lo mismo, a ese santo lugar hacia el cual se dirige, y del cual pareció separarse por un instante. Ese lugar es el Amor mismo, que tú Eres y que Todos Somos. El Ser-Uno, Dios, la Vida, que tan sólo puede Ser. Ser Amor, Paz, Felicidad sin límites, y cuya Respuesta siempre es la misma, ante toda forma y toda experiencia con la que se encuentra y que vaya a su encuentro: Amor. Tan sólo puede amar. ¿Por qué no empezar por amarte tanto, y amarlo todo, tal y cómo es, permitiendo que el Amor mismo funda todas las cosas en su Eterno, Incondicional e Ilimitado Abrazo?
Permítele a cada aspecto, cada cosa, cada objeto, cada persona, cada ser, cada pensamiento, cada deseo, cada emoción, cada recuerdo, que te cuente QUÉ ES lo que REALMENTE QUIERE, qué está buscando, qué desea alcanzar. Y entonces, pregúntate: ¿es acaso ESO lo mismo que yo deseo y que realmente quiero? Y si es así, ¿por qué no permitir que nos sea dado? Entonces descubrimos la maravillosa verdad y experiencia de que Todo Es Uno, de que Todos Somos Uno, pues Todo busca y Todos buscamos lo mismo. Todo es lo Mismo, va hacia el Mismo sitio, y vuelve al Mismo sitio.
Cómo dice “Un Curso de Milagros”: “Permite que este año(o este día, esta hora, este instante) sea diferente, haciendo que todo sea lo mismo”.
Jorge Pablo Pérez
Artículo publicado en la Revista VERDEMENTE, nº171, Septiembre 2013